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UDD en la Prensa

No sigamos contando a los muertos por Covid-19

 Sofía Salas Ibarra
Sofía Salas Ibarra Profesora Titular, Centro de Bioética, Facultad de Medicina

Luego de conocido el primer caso de Covid-19 en nuestro país, nos hemos acostumbrados al reporte diario del Minsal en el cual la autoridad nos informa de las cifras de contagiados y fallecidos. ¿Vale la pena este conteo? A primera vista, uno diría que sí. Tal como ocurre en el resto del mundo, las muertes por Covid-19 son un indicador clave para monitorear la evolución de la pandemia. Más allá de algunas críticas iniciales respecto de cómo debiesen ser contados los fallecidos por esta causa (porque no todo fallecido con Covid-19 murió por este virus y algunos fallecidos no alcanzaron a ser diagnosticados oportunamente), el análisis de las cifras nacionales nos permiten entender mejor el impacto de la pandemia.

Según el reporte entregado en el Resumen Ejecutivo del Minsal de fecha 21 octubre de 2021, en los años 2018, 2019, y 2020 han fallecido 106.792, 109.349 y 125.841 personas, respectivamente; para el año 2021, ya hay 112.224 fallecidos. Es evidente que, a menos que hubiese habido un aumento desproporcionado de la población, durante la pandemia hemos tenido un exceso de fallecidos respecto de los años anteriores. Las defunciones por Covid-19 representan un 20,4% del total de muertes y, con excepción de los menores de 29 años, en todos los otros grupos etarios se observa un exceso de mortalidad comparada con la tasa observada pre-Covid, lo que la convierte en la segunda causa de muerte. La primera causa sigue siendo las enfermedades del sistema circulatorio (21,4%) y la tercera, las neoplasias (20,2%).

En el año 2019, por día fallecieron casi 300 personas (77 por enfermedades cardiovasculares; 76 por tumores malignos; 33 por enfermedades respiratorias, 22 por enfermedades del sistema digestivo y 21 por causas externas). Con el énfasis puesto en los fallecidos por Covid-19, incluyendo las plegarias y los minutos de silencio por ellos, pareciera que nos hemos olvidado de estos otros muertos.

Me parece que a estas alturas de la pandemia, cuando es probable que tengamos que convivir con el virus Sars-Cov-2 como lo hacemos con otros virus respiratorios, debiésemos dejar de contar los fallecidos por Covid-19 o, al menos, ponerlos en el contexto de las cifras de muertos diarios por otras causas. Porque si bien los fallecidos por Covid-19 nos permiten estimar el avance de la pandemia (y medir la efectividad de las vacunas en prevenir enfermedad grave y muertes), las otras muertes nos hacen preguntar si el sistema sanitario está haciendo lo suficiente para disminuir los riesgos de fallecer por otras causas, como enfermedad cardiovascular o cáncer, cuyo oportuno tratamiento ha sido postergado por la pandemia.

Tal como nos recuerda el poeta metafísico inglés John Donne: “Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. Por lo tanto, toda muerte importa, no sólo aquella asociada al Covid.