¿Qué hacer con los rezagados?
Señor Director:
Existe preocupación respecto de cómo enfrentar el problema de los rezagados de la vacunación, cuyo alto número dificulta alcanzar la así llamada inmunidad de rebaño. Es muy probable que sean un grupo heterogéneo de personas, por lo que requieren de diversas estrategias para convocarlos. Habrá algunos que son “anti-vacunas” y difícilmente serán convocados, aun cuando se les restrinjan ciertas libertades. Otros son los llamados “dudosos de la vacuna”, quienes prefieren esperar más tiempo hasta que se genere mayor evidencia respecto de seguridad de las vacunas; es probable que este sea un “grupo móvil”, que reacciona con temor frente a noticias sobre algunos efectos adversos de las vacunas, pero que puede ser convocado si se les dan los incentivos adecuados. Un tercer grupo sería el de los “displicentes”, que esperan que sean otros los que pongan el brazo para así esperar tranquilos la inmunidad de rebaño. Un cuarto grupo, que espero sea el más numeroso, son personas que no han tenido la oportunidad práctica de poder vacunarse; a ellos se debiera llegar acercando los vacunatorios a sus lugares de residencia, trabajo o recreación tal como lo muestra el número creciente de personas que han asistido los fines de semana a vacunarse a la Estación Mapocho u otros lugares. Por último, hay un porcentaje de la población que tiene contraindicación médica para ser inoculados y dependen, por lo tanto, de la solidaridad de otros para protegerse.
Es importante señalar que luego de haberse administrado más de 11 millones de dosis de vacunas en el país, no hay ningún fallecido a consecuencia de la vacuna, mientras que, del millón y medio de casos positivos a la fecha, ya hay más de 30 mil fallecidos. A su vez, más del 80% de los que están graves no han completado el esquema de vacunación. Hay algunos que todavía dudan de la efectividad de la vacuna del laboratorio Sinovac (la que ha recibido la inmensa mayoría de la población chilena). En un “experimento territorial” realizado en la ciudad de Serrana, Brasil, donde se logró inocular a casi la totalidad de los 30.000 residentes mayores de 18 años, se redujo las hospitalizaciones en un 86% y las muertes en un 95%; los efectos positivos alcanzaron a la población más joven -no inmunizada-, dada la disminución importante de la transmisión viral. Por lo tanto, si se logra en tiempo breve inmunizar a todos los rezagados, el impacto en la circulación viral sería mayor que lo que se logre con medidas restrictivas.
Por otra parte, las consecuencias de las restricciones impuestas por la autoridad sanitaria son desiguales, impactando mucho más a quienes trabajan en oficios manuales que no se pueden realizar en teletrabajo (peluquería, zapatería o arreglos de ropa, entre otros). En este contexto, y habiendo amplia disponibilidad de vacunas, es lógico preguntarse si los costos de estas restricciones no deberían ser mayores para aquellos que, pudiendo, no han querido vacunarse. Son ellos los que podrían no ser admitidos en el estadio, en el centro comercial, en las clases presenciales, en el supermercado o en la peluquería, puesto que ponen en riesgo la salud y la vida misma de otros. Si ya hemos aceptado que en pos del bien común se restrinjan ciertas libertades individuales (por ejemplo, no se puede fumar en lugares públicos), ¿no sería adecuado considerar que las restricciones deben ser preferentemente para los no vacunados?