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UDD en la Prensa

El impacto de las restricciones por el covid-19

 Sofía Salas Ibarra
Sofía Salas Ibarra Profesora Titular, Centro de Bioética, Facultad de Medicina

La Sarita, que no ha podido todavía abrir su peluquería porque su comuna está en cuarentena y Joaquín, que ha dejado de percibir los ingresos que tenía como garzón, se preguntan cómo es posible que los costos de la cuarentena los asuman ellos y no el resto de la ciudadanía que ha podido seguir con teletrabajo haciendo sus actividades de manera más o menos parecida (al menos sin merma de sus ingresos), o han sido considerados como trabajadores esenciales y, por lo tanto, han podido volver a su actividad laboral. Dado que al parecer nos queda largo rato con el virus circulando (algunos hablan que será endémico), vale la pena evaluar el impacto que están teniendo las diversas medidas restrictivas impuestas por la autoridad sanitaria.

Según el sitio “ourworldindata”, Chile es uno de los países con mayores restricciones de las libertades individuales a nivel mundial, al decretar cierre de escuelas, de fuentes laborales, eventos públicos, reuniones sociales, cuarentenas, límites a los movimientos internos y cierre de fronteras entre otras medidas. Las restricciones están, pero no las queremos o no podemos cumplir. Evidencia de esto son los datos que muestran que mientras en la primera ola sí hubo una disminución relevante en la movilidad de las personas, esto no ha sido así en esta nueva etapa. En parte se debe al costo no equitativo de las medidas restrictivas que mencionamos antes, y también a la así llamada “fatiga pandémica”. La OMS la describe como la desmotivación y el cansancio de la población frente a lo prolongado de las restricciones, lo que contribuye a abandonar las pautas de autocuidado.

Es interesante reflexionar respecto del impacto que ha tenido el controvertido pase de movilidad: la vacunación de los rezagados aumentó en un 157% en los mayores de 60 años y en 132% en la población entre 50-60. Algunos reclaman que no existe adecuada fiscalización para el cumplimiento de los aforos o cuarentenas, lo que sugiere que el comportamiento social está aún a un nivel de una moral preconvencional, propia de los niños, por lo que las medidas han sido diseñadas para un ciudadano que funciona bien frente al temor al castigo y la recompensa “por portarse bien”.

Creo que luego de un año de restricciones más o menos estrictas, las cuarentenas han dejado de perder su relevancia, tanto en disminuir la movilidad como en evitar los contagios. En cambio, sí es necesario focalizar los esfuerzos en seguir avanzando con el plan de vacunación (tal vez uno de los más ambiciosos a nivel mundial, porque son pocos los países que están entregando dosis a población menor de 30 años) junto con mantener la adecuada gestión de camas, de tal modo que nadie que requiera atención clínica especializada se quede sin atención.

Me parece que seguir esperando mayor fiscalización de nuestros movimientos y prolongar las cuarentenas apela a un ciudadano infantilizado. Quiero hacer un llamado a las personas a que nos asumamos como seres adultos y dotados de razón, y hacer nuestra la responsabilidad de disminuir los riesgos de enfermar grave. Junto con las medidas sanitarias, la única herramienta con la que contamos por ahora es vacunarnos a tiempo. Los datos disponibles muestran que la mayoría de los enfermos graves no estaban vacunados y de los casos positivos que nos informan a diario, sobre el 80% es en personas que no han completado su esquema de vacunación. Debemos aprovechar el privilegio de contar con vacunas disponibles para toda la población en la cual la evidencia muestra que vacunarse es seguro y eficaz.

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