Covid-19: La llegada de la vacuna a Chile
Un grupo de niñas de cuatro años se reune con la “tía del jardín” al que asisten, para contarle sus deseos más profundos para esta Nochebuena: “Que a la Navidad no se le pegue el COVID”, “que el virus no le llegue a mi familia”, “que todos estén bien”, “que el coronavirus se vaya” son las expresiones más recurrentes. Al mismo tiempo, cientos de jóvenes asisten a fiestas clandestinas, se abrazan y carretean luego de las fiestas de graduación y otros tantos adultos se aglomeran en los centros comerciales, muchas veces sin mantener las mínimas medidas sanitarias. En las calles, comerciantes ambulantes y muchas veces también sus clientes, no llevan mascarillas o, si lo hacen, las usan como baberos. Si a esto le sumamos el tedio de la población por las largas cuarentenas, el deseo de estar con otros y aprovechar las noches estivales para divertirse, la tormenta es casi perfecta y explica, al menos en parte, el aumento de los casos positivos en distintas regiones del país.Adicionalmente, la propagación de una nueva cepa del SARS-CoV-2, el virus causante de la enfermedad llamada COVID-19, la cual se cree sería más contagiosa que el virus original, hace comprensible que la esperanza se vuelque en la próxima llegada de una o varias vacunas.Pero debemos ser realistas. En primer lugar, las vacunas que llegarán próximamente al país lo harán bajo una aprobación sanitaria provisoria, puesto que los ensayos clínicos en Fase III están aún en desarrollo. Si bien es cierto que los resultados iniciales son promisorios (alrededor de un 95% de efectividad para las vacunas de Pfizer y Moderna) y con muy bajos eventos adversos, aún no se sabe cuánto dura la inmunidad adquirida ni tampoco si hay eventos adversos que pudiesen aparecer más tardíamente.En segundo lugar, se desconoce si la persona que se vacuna puede transmitir el virus a terceros. Mientras los ensayos de Oxford-AstraZeneca sugieren que la vacuna puede limitar la transimisión desde portadores asintomáticos, los ensayos de Pfizer y Moderna no testean sistemáticamente a los vacunados en búsqueda del virus si los participantes no presentaban síntomas.En tercer lugar, las primeras dosis de vacunas que han llegado a nuestro país alcanzarán apenas para cubrir las necesidades del personal sanitario más expuesto al riesgo de contagio, y sólo en aquellas regiones con perfil epidemiológico más crítico. Por ahora, no hay dosis suficientes para cubrir a los principales grupos de riesgo.En cuarto lugar, las actuales vacunas aún no han sido testeadas en población menor a 16 años (varios ensayos sólo han incluido a mayores de 18 años) ni tampoco en embarazadas y mujeres lactantes. Por lo tanto, dado que será necesario excluir a estos grupos, difícilmente se alcanzará una vacunación de sobre el 80% de la población, cifra que se estima como un mínimo para alcanzar inmunidad.Finalmente, cualquiera que sean las vacunas disponibles, deberán tal vez salvar el escollo más difícil: la duda que tiene la población respecto de la seguridad de las vacunas desarrolladas en tan poco tiempo. Para vencer este obstáculo, se requieren mensajes claros por parte de la autoridad sanitaria y comunicadores científicos que puedan explicar en un lenguaje sencillo respecto de la importancia de vacunarse, contribuyendo a un ambiente propicio para cuando lleguen las vacunas a nivel poblacional. Asimismo, deberá iniciarse un interesante debate respecto de los pros y contras de contar con un “pasaporte inmunitario” para aquellos que ya se hayan vacunado. Este carné podría ser solicitado al momento de viajar, de buscar ciertos trabajos y también para acceder a lugares de recreación, como centros comerciales o pubs. Como otras iniciativas de este tipo, si bien en teoría podrían permitir retornar a una cierta normalidad cotidiana, también pueden ocasionar discriminación, abuso, y pérdida de la privacidad de información que es considerada sensible. Esta discusión recién comienza. Por mientras, solo nos queda cuidarnos.