Qué viene después del 10%
No obstante la calificación negativa que amerita la decisión de autorizar el retiro parcial de los ahorros previsionales –desvía estos recursos del uso para el cual fueron concebidos, en un contexto en el que el ahorro para pensiones muestra una gran insuficiencia-, la buena forma en que se está llevando a cabo el proceso ha dejado de manifiesto algo que es bastante obvio, como es el hecho de que los ahorros acumulados en las AFP efectivamente son de propiedad de quienes cotizaron sus aportes en cuentas individuales, y de paso está permitiendo que las personas miren con otros ojos su ahorro previsional. Pero lo ocurrido ya es historia pasada, y la pregunta pendiente de resolver es acerca del futuro del sistema de pensiones.
Cabe recordar, a modo de recapitulación y en forma sucinta, que el proyecto de reforma enviado por el Gobierno en noviembre de 2018 contemplaba un fortalecimiento del pilar solidario, un aumento en la tasa de cotización en cuatro puntos porcentuales de cargo del empleador a ser depositadas en las cuentas individuales de los trabajadores, y cambios que permitieran introducir mayor competencia en la industria previsional. Al no tener los votos necesarios en la Cámara, el Gobierno debió negociar, y es así como se acordó un fortalecimiento del pilar solidario de mayor magnitud y profundidad que lo inicialmente propuesto, y un aumento en la tasa de cotización de seis puntos porcentuales, de los cuales tres puntos irían a una cuenta individual y tres puntos a un fondo de ahorro colectivo, la cual sería administrada por una entidad estatal.
Pero en el Senado todo esto ha parecido insuficiente, y en el marco de las negociaciones todavía en curso, la oposición está presionando para que la totalidad de los seis puntos de cotización adicional se destinen a un programa de Ahorro Colectivo Solidario, en el cual se combinarían elementos de capitalización a través del concepto de tasas de interés “nocionales” y de transferencias intra e intergeneracionales, siguiendo la lógica de los sistemas de reparto. Todo esto, en el marco de una reforma profunda a la actual organización de la industria previsional, que en la práctica pone término a las AFP en la forma como fueron concebidas.
No cabe duda de que las nuevas condiciones demográficas, del mercado del trabajo y del mercado de capitales, así como las brechas en el nivel de pensiones que se generaron como consecuencia de un ahorro insuficiente de buena parte de la población durante muchos años, imponen la necesidad de introducir ajustes sustantivos en la tasa de cotización y en otros parámetros, siendo también necesario fortalecer el componente solidario e introducir cambios regulatorios que permitan reducir costos a través de una mayor competencia en la industria y de un mejor aprovechamiento de las economías de escala y de ámbito que permiten las nuevas tecnologías digitales.
La discusión de la reforma es todavía una noticia en desarrollo, pero hay ciertos principios básicos que se deberá perseverar: pensiones contributivas construidas a partir de la capitalización de los aportes en cuentas individuales, y pensiones solidarias financiadas con rentas generales. No sería justo que se les pida a los trabajadores formales que con parte de su aporte financien beneficios de carácter solidario, y no sería eficiente inducir por esta vía mayores niveles de informalidad en el mercado del trabajo. Son otras las opciones que se debería privilegiar.