¿Cómo se arregla la carga?
Parece ser que las noticias sobre la evolución de la epidemia brindan mayor optimismo, no obstante, ya hemos visto cómo momentos semejantes se desvanecen con igual rapidez que con la que llegan.
El desafío es cómo responderá la política en los meses que vienen y después de la crisis sanitaria de amainar sus efectos. Hasta ahora, hemos visto que las presiones por parte de la oposición y también sectores del oficialismo han sido las de aumentar gastos para socorrer a sectores que se encuentran más necesitados. Y si bien ello tendría toda racionalidad subsidiaria y solidaria en momentos de crisis, lo cierto es que ha sido acompañado de proyectos de ley que erogan gastos adicionales, cuya transitoriedad está por verse. El ejemplo más reciente es el proyecto de posnatal de emergencia, aclamado también transversalmente por derechas e izquierdas.
En este contexto, se señala que deberemos debatir acerca de qué modelo de Estado es al que queremos evolucionar. Así, se propone uno de carácter socialdemócrata o Estado de bienestar, cuyo tamaño debiera ser mayor al actual. Más allá de la relevancia, tanto para sus defensores como detractores, lo concreto es una pregunta de fondo: ¿cómo y de qué manera aseguramos ya sea una trayectoria tipo Argentina, Australia o Canadá? Adicionalmente, cuando aludimos a Estado socialdemócrata o de bienestar es equívoco sostener que exista una modalidad, se pueden constatar significativas diferencias en materia impositiva y protección social (salud, mercado laboral, pensiones etc.).
Pero en este “¿cómo?”, la política cumple un rol crucial. El proceso de desconfianza institucional y política ha devenido en recelo, es decir, la sospecha o percepción de que el otro oculta malas intenciones que supone un peligro.
En este estado de la política, una cuestión de fondo es cómo se abordarán desafíos críticos después de la crisis sanitaria. Es decir, cómo responderá la política a los problemas de un país con mayor desempleo, probablemente cercano al 15%, con una caída del PIB estimada del 7%, con una deuda superando el 30%, y posiblemente llegando al 40% en 2021, y con un déficit fiscal proyectado del 9%.
Si a esto agregamos que el país estará consumido por elecciones de todo tipo (plebiscitos, primarias, gobernadores, alcaldes, diputados, senadores y Presidente), cabrá preguntase si la respuesta seguirá siendo la de presentar y aprobar proyectos inconstitucionales, presionar por mayor gasto, dar carácter permanente a medidas transitorias, aumentar la carga tributaria, seguir aumentando el déficit y despreocuparse del endeudamiento.
La lógica de que en el camino se arregla la carga, no es la correcta, pues el deseo de encaminarse a un modelo de “estado de bienestar”, puede terminar en algo distinto, en un modelo mediocre de crecimiento, bienestar y estabilidad política.