Cisnes grises
Tal como ocurrió con el conflicto social, en que diversas encuestas y autores predijimos con años de anticipación lo que sucedería, la crisis sanitaria también fue anticipada, desde infectólogos y salubristas hasta Guy Sorman, Bill Gates y muchos otros. ¿Cisne negro (Nassim Taleb) o ceguera? Pareciera que nuestros deseos de progreso lineal permanente pesan más que los anuncios de malas noticias.
La frecuencia de las pandemias globales se ha acelerado: gripe española, 1918; gripe asiática; 1957, dengue (varios brotes; el más reciente, Río 2002); SARS, 2003; gripe A(H1N1), 2008; ébola (brote más reciente), 2014, y covid-19, 2020. Cada uno, asilado, ha sido percibido como un cisne negro. Pero cuando aparecen varios cisnes negros en poco tiempo sobre el mismo asunto (virus de alto poder de transmisión) ya no pueden ser tratados como tales. Ya en Ingeniería de Intangibles (1997), Josep Burcel analiza la evolución de la indeterminación; es decir, el aumento en la frecuencia de eventos en los que no existe una evidencia clara de lo que hay que hacer. Ello no sería un problema si no fuera porque la capacidad cognitiva humana para abordar la complejidad que conllevan estos eventos globales de gran escala evoluciona más lentamente, ampliándose día a día la brecha. Esta crisis lo demuestra.
Las crisis sanitarias —y las empresariales— tienen cinco fases: inicio, crecimiento, pleno desarrollo, declinación y recuperación. Estamos viendo cambios en las prácticas de convivencia y de producción en las fases de inicio y crecimiento (donde estamos ahora); la mayoría de ellos se gestaron mucho antes y ahora se han acelerado. El coronavirus no ha sido el causante de buena parte de los cambios, sino un acelerador. ¿Cuáles serán los cambios evolutivos más profundos que nos esperan, más allá de esta crisis? ¿Cuáles serán las brechas cognitivas para lidiar con ellos?
Detectar desde ya las configuraciones de cambios evolutivos que se proyectan en la sociedad, la economía y los negocios es muy relevante para el reposicionamiento de las empresas, y las posibilidades de asirlas, incorporarlas y potenciarlas en beneficio de sus consumidores, clientes y usuarios dependerá de su capacidad cultural de adaptación, la cual debe trabajarse desde ya, ganando tiempo para poder desplegarlas en la fase de recuperación.
Serán claves el acercamiento de los directivos a la ciencia (el Congreso del Futuro es un buen espacio) e incorporar biólogos culturales en los directorios. Ya no viviremos en un mundo idílico de cisnes blancos, y, en materia de virus, los cisnes negros ya quedaron en el pasado.