Sin perder la brújula
Luego de todo lo ocurrido, no hay dos opiniones en cuanto a que este terremoto marca un punto de inflexión que obliga a mirar el futuro con un prisma diferente. No solo desde el gobierno, sino que en todos los actores políticos, económicos y sociales. El Presidente Piñera ya tomó la iniciativa a través de medidas concretas que implican un esfuerzo fiscal importante, y como señal política tomó la decisión de reorganizar su equipo ministerial. Este giro constituye el puntapié inicial de un sano proceso de discusión que deberá generarse en el país, con nuevas caras desde el ámbito gubernamental.
La pregunta que cabe hacerse es cuál debería ser la actitud para abordar esta nueva etapa. Un grupo va a querer aprovechar la oportunidad para hacer tabula rasa de lo que se rotula como “el modelo”, desconociendo que ha sido esta forma de organización institucional la que creó las condiciones para que Chile experimentara un progreso económico sin precedentes. Es cierto que hay numerosos problemas que todavía no logran resolverse adecuadamente, que ha habido comportamientos inadecua-dos en todo el espectro por parte de actores económicos y políticos, y que persisten graves desigualdades que hay que corregir. Pero enfrentar estas dificultades no es sinónimo de desconocer lo avanzado: en treinta años el PIB per cápita (medido a paridad de poder de compra) se más que duplicó, la pobreza disminuyó de 45% a menos de 10%, y la desigualdad (medida por el coeficiente Gini, con todos sus defectos y limitaciones) muestra una disminución de 0,57 a 0,46. Si esto no es progreso, entonces qué es. No es de buen tono hablar de números en estos días, donde lo que pre-domina son las emociones, pero de cara a una discusión de fondo orientada a resolver nuestros problemas, la evidencia no se puede soslayar.
El gobierno tiene varios proyectos en trámite, y deberá presentar muchos otros para abordar las nuevas demandas. ¿Con qué actitud se debe enfrentar esta nueva realidad? ¿Con una capitulación y volviendo a fojas cero? Definitivamente, no. Hay principios que mantener, y herramientas puntuales para el logro de objetivos específicos que sí se pueden conversar. En momentos como éste, el diálogo y la disposición a alcanzar acuerdos es fundamental, pero cuando se está moviendo la estantería hay que protegerla en sus pilares fundamentales para evitar que se desplome. Esto significa defender con fuerza los elementos fundamentales del sistema que permitieron a Chile dar el salto de las últimas tres décadas. Este proceso surgió de un consenso, proceso que es necesario revivir.
Faltando mucho por mejorar en diversos temas y con nuevos desafíos por delante, más allá de las legítimas diferencias que persisten es necesario profundizar en todo aquello en lo que hay una mirada común. El informe que el año pasado entregó la Mesa del Acuerdo para el Desarrollo Integral se enmarca en esta línea, y por tanto constituye un buen punto de partida para el debate que viene. Las nuevas autoridades ministeriales deben estar plenamente empoderadas para liderar este proceso de diálogo que el país necesita.