Reforma antiemprendimiento
El debate político que se ha generado a partir de la moción parlamentaria que propone reducir la jornada laboral a 40 horas semanales, en contraposición al proyecto de flexibilización de las jornadas de trabajo presentado por el Gobierno, pone de relieve la miopía de algunos sectores para entender los verdaderos desafíos que enfrentamos como sociedad en el marco de la nueva revolución industrial en curso. En una sociedad que progresa, las personas legítimamente aspiran a poder dedicar más tiempo a actividades distintas del trabajo cotidiano, y para ello es fundamental que exista mayor flexibilidad en la forma como los trabajadores distribuyen su jornada laboral. La reducción en el número de horas trabajadas es plenamente consistente con esto, ya que permite a las empresas ganar eficiencia en sus instalaciones y procesos productivos, combinando la conformación de los turnos de trabajo con lo que son las preferencias de los colaboradores. Bajo la regulación actual ello no es posible, ya que la legislación establece una estructura semanal rígida, no habiendo flexibilidad para pactar jornadas discontinuas, agrupadas en distintos tramos horarios. Lo que no resulta viable es disminuir el número de horas trabajadas a través de una resolución legal, en forma voluntarista, sin tomar en cuenta la contrapartida de ello en cuanto a productividad. Es efectivo que en la mayoría de los países miembros de la OECD las jornadas laborales son menores que las de Chile, pero si han logrado ello ha sido como resultado de que en esos países la productividad laboral es también más elevada. La relación de causalidad no opera en la forma inversa.
Para una economía que aspira a avanzar por la senda del desarrollo apalancándose en el emprendimiento innovador, la flexibilidad laboral constituye un requisito fundamental. En una economía globalizada y basada en el conocimiento, la capacidad para adaptarse a formas de trabajo que son esencialmente cambiantes es un factor esencial para poder desenvolverse con éxito. La legislación que actualmente tenemos es definitivamente anti emprendimiento, razón fundamental para avanzar hacia un esquema de mayor flexibilidad. Los cambios voluntaristas y rígidos, no obstante su buena intención, nos pueden arrastrar hacia una posición aún más desventajosa. No hay que olvidar que los principales generadores de nuevos empleos en las economías modernas son los nuevos emprendimientos.