Republicanismo: La verdadera Venezuela bolivariana
Si bien han surgido voces disidentes en el seno de los partidos de izquierda, al parecer es mayoritaria la visión que menosprecia los derechos humanos y articula un discurso de defensa del statu quo “bolivariano”, culpando nuevamente al intervencionismo de los males que sus propias políticas han propiciado.
La situación que vive Venezuela nos da de pensar cómo los males de antaño renacen en la historia como si la humanidad no aprendiera nada de ellos. En este contexto, es una voz de alerta lo asentada que está la visión de legitimar el gobierno de Nicolás Maduro, relativizando la letra constitucional, abogando por lo democracia sin contrapesos como fin último de una parte de la izquierda latinoamericana. Y más aún en nombre de Simón Bolívar. Si bien han surgido voces disidentes en el seno de los partidos de izquierda, al parecer es mayoritaria la visión que menosprecia los derechos humanos y articula un discurso de defensa del statu quo“bolivariano”, culpando nuevamente al intervencionismo de los males que sus propias políticas han propiciado.
En este contexto, el debate de izquierdas y derechas es miope, y la defensa de la libertad como patrimonio exclusivo del liberalismo político esconde las profundas raíces republicanas que subyacen al proyecto ilustrado occidental.
Es en este contexto valioso recordar el trabajo en la historia de las ideas impulsado por la tradición anglosajona por autores como Quentin Skinner o Phillip Pettit a la hora de recuperar la visión del republicanismo sobre el gobierno, el buen gobierno.
Desde esta perspectiva, desde los clásicos romanos, pasando por autores renacentistas como Maquiavelo, o modernos como Hobbes, Locke (e incluso Adam Smith), desde una visión republicana las instituciones políticas deben estar orientadas al problema de la no-dominación, empoderando a los ciudadanos en el control del ejercicio del poder. Así, el ámbito de lo público, la Res publica, demarca un plano de neutralidad, considerando la participación de los ciudadanos en la aceptación de las políticas del gobierno. Las instituciones por tanto están dirigidas a garantizar la independencia de los ciudadanos frente al poder político, la monarquía, ahondando las relaciones comunitarias, la vida pública. Y eso es lo que no ha sucedido en Venezuela.
Es en este contexto, que la vida pública se ve amenazada por la tensión que conlleva el ejercicio de libertad. Por una parte, como un espacio de competencia de los proyectos privados y, por otra, como un espacio que debe ser resguardado por las instituciones públicas para emancipar de la dependencia que imponen, en la práctica, algunos ciudadanos a otros como restricciones a su libertad. Desde este punto de vista, restringir la libertad de unos es condición de posibilidad de garantizar la libertad de otros.
En el fondo de esta filosofía política y moral encontramos respuesta a la debacle que vive el pueblo venezolano, donde observamos el faccionalismo que, por siglos, ha sido un síntoma de corrupción política. No se trata tan solo de la restricción de las libertades económicas, ni de la defensa de una democracia sin restricciones. Se trata de la independencia. Lo que sucede en Venezuela es el resultado de la construcción de instituciones de dependencia, de dominación tiránica, con una fuerza militar sin contrapesos al servicio de una élite que ha hecho suyos la explotación de los recursos económicos e institucionales con una lógica cleptócrata: una monarquía corrupta del siglo XXI. Y esto surge sobre la base de un trasfondo moral: son instituciones que destrozan la “virtud política”, que el mismo Bolivar menciona en su Manifiesto de Cartagena (1812) frente a la violencia y anarquía desatadas entonces a raíz de la Independencia: “[To]davía nuestros conciudadanos no se hallan en aptitud de ejercer por sí mismos y ampliamente sus derechos porque carecen de las virtudes políticas que caracterizan al verdadero republicano” (1). Por lo mismo es que, tal como lo diagnosticó Bolívar hace más de dos siglos atrás, sin esas virtudes cívicas (que el republicanismo pone en el centro de la vida pública) la salida institucional pacífica de Venezuela no será posible. Y sin instituciones que restrinjan el poder político la violencia será el estado natural.
Notas
(1) Simón Bolívar, “Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño” [Manifiesto de Cartagena], en Doctrina del Libertador, 3a ed. Comp. notas y cronología de Manuel Pérez Vila. Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1985, 12. En Jaksic, Iván (2003). La República del Orden: Simón Bolivar, Andrés Bello y las transformaciones del pensamiento político de la independencia. Historia. V. 36, 191-218.